lunes, marzo 31, 2008

Viejecilla

Habitualmente bajo del edificio donde trabajo al mediodía, para procurarme comida.

Sin un rumbo fijo, parado a mitad de cuadra sobre la avenida Santa Fe (entre Marcelo T y Callao) inclino el marulo buscando avistar cielo, y visualizo en una transparencia psicodélica, con la ayuda del sol que encandila al oficinista topo humedecido, el plato caliente que me gustaría comer.

Ese es básicamente el proceso que define el trayecto futuro.

De fallar, de no ver nada más que una mancha disléxica, intransferible al material mundo culinario, reemplazo automáticamente, esa pictografía fallida, por un sandwich de milanesa. (podría explicar esto como un protocolo de trasferencia, pero no quiero complicarme)

Entonces estoy ahí: entre encandilado y tarado, del empujoncito del sol, de mirar tanto los fósforos que quema mi monitor tendiendo plantillas de exel, y entonces camino guiado por el ruido del transito y sorprendiéndome de sobremanera por todo.

Y entonces: esa viejecilla simpática de ojos saltones. Siempre diez pasos antes de llegar a la esquina de Marcelo T, encuentro a la misma susodicha simpática viejecilla. Me digo a mi mismo "alto" "atenti" "esto es una acitud sospechosa" "que no te engañen pimpollo con los discursos del libre comercio". Se cubre el pelo con un pañuelo, calzada con ojotas y va a venir a pleno centro a vender lupas. "a papá mono, acá hay gato encerrado".

Despliega tres distintos tipos de lupas como abanico en su mano derecha. Con la izquierda levemente encorvada hacia atrás, afirma el peso de su cuerpo en la manija de su carro que usa a modo de depósito. Es uno de esos changos que usan las viejecillas simpáticas para hacer las compras.

Entonces me apuro para volver a la oficina y me obligo de cara al espejo a recordar hasta el más ínfimo detalle. Porque puede ser un libro, saber que lleva en el chango ese, o descular si realmente basa su subsistencia económica en la venta de dichas lupas. Porque:

Puede ser flor de novela, conocer un 20% de la vida de un señor, que dice "en este mediodía que no tengo mucho por hacer, me gustaría comprar una lupa, así que voy a bajar, acá, a Santa fe para comprarle a esa viejecilla simpática y alegrona que calza chancletas y ...". Porque:

Puede alimentar una causa superior a la literatura o a la mera curiosidad, conocer la razón, el porque de la gente medianamente pensante (y otros súper pensantes adjuntos) se preparan de antemano y durante semanas para viajar enormes distancias (portando tal vez sanguiches de milanesa en sus mochilas) para venir a comprar las lupas estas que vende la viejecilla simpática y achancletada de ojos saltones y pañuelo que le cubre el pelo.

Por lo pronto yo no me animo a más que plantar este tema sobre el tapete.
Me da miedo hablarle, preguntarle la hora, o si son buena calidad o cuanto salen o en que difieren entre si los distintos modelos.
Me da miedo que detrás de ese disfraz que viejecilla que desborda de ternura y misterio afloren, se reencarnen, se canalicen, las infinitas fuerzas del mal.
Me da miedo, que sea un pez gordo.

martes, marzo 25, 2008

Marina habló de la vergüenza que nos produce ahora, haber en su momento considerado a Galeano como buen escritor.


En la Internet buscando algun texto sobre los poetas Nadaistas, vaya a saber después de cuanto vericueto, a mi me paso esto:




Galeano es efectista.
Casi como casas, pero no.

viernes, marzo 14, 2008

Sueño quinto (el futuro del cine)

Estábamos sentados en la vereda, en un zócalo de un negocio de ropa, a la mitad de la calle Alsina, a metros de la entrada a la galería Plaza. Minutos antes del inicio de un atardecer despejado de nubes, todo el alto movimiento circulatorio peatonal encajaba en el esquema preconcebido de la calle céntrica y superpoblada. Esta era la imagen que un habitante de Bahía Blanca, armaba de forma automática, a la simple sugerencia de concatenar tres palabras sugestivas a ser: "Alsina lunes atardecer" o "Alsina sábado mañana".
Entonces: estábamos sentados ahí y Paula me codea, me dice que se quiere ir, que no soporta más la película.
Yo caigo en mí, estaba ensimismado, este director era de mis favoritos. Le dije:
- Vos si queres andate - y volví mi cabeza hacia la gente, aunque claro, todo estaba contemplado para él.
(todo: ese instante de mirar netamente el plano correctamente centrado, la cara de Paula articulando un "chau" y un fondo difuso de movimiento, la secuencia "hablamos después" y el corte sin difuminar, el recorrido de vuelta de mis ojos).
Todo.
Porque Paula se paró y caminó por donde tenía que caminar, chocando sin querer a un excéntrico extra de bigotes, que justo entraba en mi cuadro visual con un paraguas negro.
Los protagonistas principales discutían en la vereda de enfrente. El audio de más calidad que el dobry digital me llegaba entrecortado. Estaba feliz, no quería que llegue el final porque iba a tener que pararme y aplaudir o llorar, y después andar por la vida comentando lo que esa experiencia provocó en mi y mis imposibilidades de transmitirlas a un tercero me provocaría una terrible angustia.



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----------------ANEXO-----------------------

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Eso, soñé básicamente.
De donde al despertarme pude razonar algunas cuestiones que permitirían que esto sea posible...
En esta nueva forma de hacer cine, el director, tiene la asombrosa capacidad de predecir el futuro. La película se proyecta en la pantalla de la realidad diaria. No hay montaje. El director indicara donde y a que hora el espectador debe estar presente y aun contemplara (gracias a esta habilidad sobrehumana) el comportamiento de reacción de los espectadores, haciéndolos en cierta medida extras y participes encubiertos de su película. El espectador desde su posición de expectante ocupa de manera virtual el último y más bajo grado de actuación.
Ahora, se me podrá decir “si el director tiene la capacidad de predecir el futuro, que necesidad tiene de avisarle al espectador en cual y tal lugar tiene que estar para ver” y es más, pueden preguntarse “si el hecho de hacer confluir a alguien de forma forzada a tal o cual lugar, no altera el desarrollo de lo que habría sido ese futuro vislumbrado por el director”. Bien, como se sabe en una película se trata de la objetividad de un producto que repercutirá de formas varias en cada sistema humano que capta, creando lo subjetivo. Por eso me interesa hablar de grados de subjetividad y de capacidad de espectadores. En un cine normal, entran unas 100 personas. Acá los espectadores son más limitados. Y a diferencia del cine clásico, un espectador es un extra para el otro espectador. Difieren sutilmente sus puntos de vista, y van descubriendo sus roles (espectador, extra, protagonista) a medida que avanza el tiempo. (el protagonismo se modela en la repetición de la persona en el lugar, que si no fuera porque uno espectador va predispuesto a ver una película, sería llamado “casualidad” , ese hecho de volver a encontrar…)

Otro tema al margen…supuse, que el mirar esta nuevo tipo de cine, implica un gran esfuerzo y compromiso por parte del espectador (cosa que siempre me gusto exigir). Supongo un par de días, a lo sumo, una semana. (siendo este el tiempo máximo que el director puede predecir, ponele.. ). Cito a Godard porque me lo acuerdo:
… si un espectador me dice: “el film que he visto es malo” yo le digo: “la culpa es tuya, porque ¿Qué hiciste para que el dialogo fuera bueno?...

miércoles, marzo 05, 2008

Voy al teatro con mi prima.
Ya sentados y una vez que se baja la luz, la voz en off dueña del teatro, seria dice:
" se recuerda al publico presente apagar los celulares"
luego de unos segundos de silencio (utilizados con el fin de sonar aun mas seria)
" se recuerda al publico presente que no esta permitido fumar en la sala".



Mi prima me codea.

Me murmura que aclarar eso esta de mas, que apagar los celulares puede ser que vaya y pase, pero que lo de fumar, es algo que la gente ya lo asimilo hace tiempo, desde el año del ñaupa, que se sobrentiende, que nadie hoy día osaría fumar en un teatro.



De ahí en mas sucede la obra:



La pierna derecha sobre la izquierda.

Con la mano derecha sostengo mi pera y todo el peso de la cabeza.

Las dos piernas sobre el piso.

La mano izquierda con los dedos apareados y con la curvatura justa, tapa la boca y se desliza en movimiento vertical descendente, peinando una barba inexistente.

Pierna izquierda sobre la derecha.

El dedo Índice de la derecha aprieta con suavidad el párpado que se cierra sobre el ojo derecho. Frota en círculos concéntricos.

El dedo índice de la derecha ídem, sobre el ojo de la izquierda.


Transcurre mas tiempo.
El final es inminente.
Es la escena que él llora por ella.
Que la madre agoniza tras haber ingerido el particular condimento del cianuro.


Yo empiezo a escuchar el ruido
que me paraliza

Es mi vecina de silla
que tratando de mantener la mirada
se lima la uñas freneticamente


Es retroactivo
lo mucho que debería decir
la voz esa, ahora que pienso.