sábado, julio 02, 2011

Operación
(Crónica pseudofatalista de una intervención de meniscos)


Los hospitales me gustan poco y nada. El olor a desinfectante que asocio al desodorante de las monjas, las camillas surcando en pasillos a viejitos que agonizan y en la retina se plasman cual fantasmas de un futuro posible, la formalidad y las postura, los cuestionamientos místicos y éticos, todo lo que uno asume inconscientemente cuando pisa un hospital.
Como decirlo, de una manera que se entienda... los hospitales están entre el cielo y la tierra, plantados sobre un botón que pisas y automáticamente hace funcionar todos los engranajes de tu cabeza.
No me gustan.
Para el caso debería estar tranquilo, mi operación era simple, "artroscopia simple" y aun soy joven. Eso me repetí para calmar a las voces, para callarlas. Algo puede salir mal, decían ellas a coro, aunque lo tuyo sea la rodilla siempre algo puede salir mal, la anestesia sin ir mas lejos, decían.... Silencio! Silencio! que se callen esas voces! las lombrices negras que se enroscan en todas las emanaciones de la cabeza.
A los hechos me remito:
Sorteadas las trabas burocráticas, fuimos guiados, mi padre y yo, por un laberinto insondable, hasta la habitación. La prolijidad del cuarto era extrema, cualquier objeto parecía estar equidistante de cualquier otro. Daba miedo. No puede dejar de preguntarme para mis adentros : "todo tan perfecto, cuanta gente murió acá y estos giles me están ocultando". Entró una enfermera y me dijo que pase al baño, que me duche y me lave con pervinox, que después me ponga un camisolín.
El agua de la ducha sale fría. Antes que protestar decido hacer trampa y solo me mojo de la cintura para abajo. El camisolín, como era de esperarse, es medida única y dada mi altura me deja al descubierto mas de media parcela de culo. Por contra parte, de frente, la gran "Rolando Hanglin". En el espejo soy un modelo mongo, victima de un diseñador muy top.
Vuelve la enfermera para ponerme la sonda. Me comenta que por ahí va a pasar el suero y el antibiótico. Despliega herramientas como si fuera a hacer bricolagge, cuando pela la aguja, le digo que soy impresionable. Me dice : Ok, entonces no mires.
Una ves que termina, se sorprende de lo impecable de su trabajo. -Quedó joya - me dice. Y se despide deseándome suerte, por si después no me ve (eso dice ella) o si por después "no hay un después" (eso pienso yo, que sigo sumido bajo los ennegrecidos efectos edilicios).
La siguiente visita fue de la anestesióloga. Mujer, de unos cincuenta y cinco años de edad, enfundada en un poncho y de un hablar frenético, sin pausa. Se presento, me preguntó cual era la causa de la operación y si era alérgico a algún medicamento. Después me pregunto la edad y se sorprendió que tenga la misma edad que su hija. Remató con una sonrisa inmensa: nos vemos arriba. Que tan arriba?, pregunte para mis adentros, o fueron ellas, las voces, las que preguntaron. Que tan arriba depende de su mano señora, de la capacidad operativa convinacional, de sus facultades matemáticas. Sabes despejar una regla de tres simples?
Me cae otra ficha: los carteles de silencio, silencio hospital, no en vano, ahí adentro, en ese edificio del demoño todo se resignifica. Todo es posible de ser reinterpretado.
Vino un camillero a buscarme. Una persona alta, finita, chupada. Cero dialogo del señor fideo. Pensé en Marlon Brando. O en Vito Corleone. Tener una capacidad para algo. Manejar la mafia con los ojos.
Encandilado y rígido, atravesando como un cuchillo el aire estancado y denso, de las oraciones, del desinfectante que sedimenta de a poco. Toda la info que podes sacar viene del techo, cada tanto vez alguna mancha, un florecente roto, una falla de humedad en la pintura. Es eso y la velocidad a la cual se desplaza la camilla, el bullicio ambiental. Claro, dicen las voces, acá ya nada importa, ya estas adentro, no hay vuelta atrás. A medida que pasa el tiempo, te internas en pasillos mas y mas angostos. El camillero necesita de sus credenciales para abrir ciertas puertas. Ves dicen las voces, no hay forma de volver.
En esos pensamientos andaba, cuando llegamos a destino. Aparece el Dr. y me saluda. Me pregunta como es que me va y como me llamo. Repite mi respuesta, relentizada, en vos alta: "Jonatan".
(claro, tiene que ver si memoriza, mientras yo este dormido no podré responder y de pasarme algo, el v a atener que comunicarle a la familia, como pasa en las películas, "me temo, que COSO esta muerto" y poner cara de triste, no da...)
Ah, le digo, doctor, le quería decir que en la orden de OSDE, alguien se confundió parece y en vez de Rodilla izquierda, dice rodilla derecha. Le digo por las dudas vio?. (cuando mi abuelo se opero, fue mas precavido y antes de la travesía se rotulo con un indeleble "esta si", sobre la rodilla correcta). El Dr. se rió, dijo que económicamente le daba lo mismo.
Aparece un pibe que se presenta como técnico y me enchufa electrodos por el cuerpo, me hace abrir los brazos en cruz y me pone uno broches en los dedos. El Dr, se ríe que no entro en la camilla, típico.
Aparece la anestesista lookeada de material descartable. Parece salida de una película de porcel. Se ríe grande. Me pregunta: trabajas? estudias? sos feliz?. Asi sin más. Le tengo que responder todo eso? Puffff, trabajo si, en una empresa, programando. Interrumpe: Yo quiero ser hacker, me podes enseñar? Me rió, imposible, nadie le enseña a un hacker. Bueno, responde, ahora te vas a dormir. Bueno (concha tu madre).

Dos horas mas tarde, despierto en la habitación.
Como pollo con puré y me marcho a mi casa.
Sano y salvo.