sábado, enero 28, 2012

De nuevo el mar

El restaurante quedaba a dos cuadras de la costa. Una calle en bajada y de cemento áspero, aisladas y a frecuencia regular, emergiendo de este, unas piedras cabezonas y cortantes como cristales. 

Comimos rápido, con el apuro del turista que quiere tocar el mar (para eso dicen, los evolucionistas, están los dedos chiquitos, muertos, de los pies).
Para el cafe, las luces se habían apagado y nuestro grupo era la única causa de bullicio. 
Su opiñon de las ultimas medidas políticas tomadas, el análisis moral y lo que eso implicaba  se gasto en el eco, en el rebotar solo, pared tras pared, dandonos a entender (el medio es el medio) que ni dueño, ni mozo, ni nada, quedaba.
Supusimos cuanto habíamos gastado y dividimos con un cel. 
Los billetes arrugados, las moneditas, empezaron a acomodarse cerca de mi copa. 
Implícitamente yo quedaba a cargo de la paga.
El pelado fue el único que en vez de dejar el billete (o los) arriba de la mesa junto con los otros, abrió mi mochila y lo/los dejo caer ahi. Me pareció raro y pensé (si, eso pensé) que tal vez andaba metido en alguna.
No esperé mucho más. Todos se habían ido y nadie apareció para cobrar.
El llamado del mar hizo que me retire,media hora mas tarde.
Ah, dos cuadras en bajada, por esa calle de restaurante, ahhh, el mar.
Los nenes jugando en una orilla muy pegada a la rambla de hormigón, parecían estar dibujados en en plano vertical a mi visión, aprisionados entre ese muro de olas y este. 
Y aun en la imposibilidad física, el mar estaba exageradamente molesto: olas gigantes que avanzaban horizontalmente, barriendo, como un electron de ese borde a este, con amplitudes maximas  que te hacian pensar en el fin de la humanidad.
Y si, primero fue un temblor del piso.
Y una ola que se llevó a todos los crios, con palita, castillo y todo, el parador, la musica y el dj. Una ola, respetuosa  y prolija que nunca sobrepaso la linea del hormigón, se llevo todo,  como el flautista de Hamelin.
Me acorde de la mochila, que me había olvidado en el resto.
¡que tendría adentro?