domingo, agosto 25, 2013

Garganta profunda


Me mandaron a mí porque era el más alto de todos. Me empujaron y se escondieron entre los ligustrines esos de la plaza Rivadavia, atrás de los bancos,  donde se sentaban a leer los viejos.  Yo avanzaba lento, titubeando, con la tensión de lo prohibido regándome las manos. En el puño cerrado las monedas parecían derretirse en un rio de transpiración feroz y fundirse con los escasos billetes. Eran los noventas menemistas y yo apenas un pibe de doce años con una marcada desproporción corporal para la edad que tenia. Volví a girar la cabeza. Mis amigos me habían confiado el paso culmine de la misión que habíamos planeado meticulosamente por varias semanas. Malversación de fondos familiares: la mensualidad que nos daban nuestros padres no iría destinada a la compra de Mogul, YumiGelatin, ni pastillita Yapa. Estábamos decididos a invertir en pornografía, mas específicamente en un VHS. Pornografía en movimiento, nada más cerca de la realidad en esa época.
Llegué al puesto de revistas y traté de resumir mi intención en un gesto. Señalé de inmediato casi sin mirar porque ya conocía (de pasadas previas, de relojear como quién no quiere la cosa) dónde estaba el sector de las prohibidas. "No señor quioskero, no busco nada en especial, imagínese que con mi edad estoy en tabula rasa, cualquier concha para mí vale, cualquier teta es campamento, aparte, qué voy a andarme eligiendo, si el nylon que las envuelve es negro, nada sé para prejuzgar, para sacar alguna conclusión apresurada, recomiéndeme usted mejor". Todo eso pensé con el dedo índice extendido.
"Esa está bien", me salió decirle cuando vi ya su mano encaminada hacia una de las revistas. Entonces todo parecia estar saliendo bien. De reojo veo a mis amigos saltando de alegría, ya pensando en el futuro, un countdown implícito para el "know how", para llenar de contenido el imaginario de esas pajas, hasta ese momento,  mecánicas y funcionales.
El kiosquero me extiende su mano. Agarro el video con la derecha y sacudo la izquierda con la palma abierta, liberando la plata con las monedas. En un calculo mental me doy cuenta de que hay plata de mas, pero decido no esperar el vuelto. Era una operación relámpago y el tiempo que le llevara contar todo eso, ponía en riesgo el éxito de la misma. Le digo gracias y camino lo mas rápido posible hacia el punto de encuentro, la esquina opuesta de la plaza Rivadavia, a la altura de los toboganes.
Todos me palmean la espalda.
La avant premier seria  tres días después, en un "pijama party" que Emanuel estaba organizando en su casa. Estos eventos eran comunes en los noventas menemistas. Era la única actividad nocturna para chicos de doce años que estaba bien vista familiarmente y el hecho de no contar con una presencia adulta supervisora nos permitía disponer  de cierta autonomía.
Aparte, cada uno de nosotros debía llevar una bolsa de dormir. Dentro de esta, podríamos incrementar esta autonomía, y claro esta, hacer de muestro culo un pito.
El estreno fue épico. La película detrás del film negro era ni mas ni menos que "Garganta profunda". Trata de una mujer, Linda Lovelace, con un big grand problem: no logra alcanzar el orgasmo. Para solucionarlo, acude a un doctor, que después de ensayar varias e innecesarias  poses sexuales, detecta que el clítoris de Linda, se ubica en la zona de  su garganta. Entonces, en lugar de recetarle corticoides o algún tratamiento de electroshok alternativo, opta por el método de sanación natural: Linda va a tener que chupar pija hasta que le baje. Ahí nos dimos cuenta de que el clítoris de Linda, no solo estaba en su garganta sino que también estaba montado sobre una especie de ascensor.
No logramos contener nuestras carcajadas. Soltamos nuestros pitos para aplaudir. Lloramos de la gracia. Imitamos un poco los jadeos, para pasar el rato. Finalmente, y contra todo pronóstico, el doctor da en la tecla: la chica se cura y triunfa la ciencia. En este punto vemos la fachada de una iglesia y fuegos de artificio en el aire. Claro, porque en el imaginario de la gente el orgasmo femenino es eso: fuegos de artificio en la fachada de una iglesia.