Garganta profunda
Me mandaron a mí
porque era el más alto de todos. Me empujaron y se escondieron entre los
ligustrines esos de la plaza Rivadavia, atrás de los bancos, donde se sentaban a leer los viejos. Yo avanzaba lento, titubeando, con la
tensión de lo prohibido regándome las manos. En el puño cerrado las monedas
parecían derretirse en un rio de transpiración feroz y fundirse con los escasos
billetes. Eran los noventas menemistas y yo apenas un pibe de doce años con una
marcada desproporción corporal para la edad que tenia. Volví a girar la cabeza.
Mis amigos me habían confiado el paso culmine de la misión que habíamos
planeado meticulosamente por varias semanas. Malversación de fondos familiares:
la mensualidad que nos daban nuestros padres no iría destinada a la compra de
Mogul, YumiGelatin, ni pastillita Yapa. Estábamos decididos a invertir en
pornografía, mas específicamente en un VHS. Pornografía en movimiento, nada más
cerca de la realidad en esa época.
Llegué al puesto
de revistas y traté de resumir mi intención en un gesto. Señalé de inmediato
casi sin mirar porque ya conocía (de pasadas previas, de relojear como quién no
quiere la cosa) dónde estaba el sector de las prohibidas. "No señor
quioskero, no busco nada en especial, imagínese que con mi edad estoy en tabula
rasa, cualquier concha para mí vale, cualquier teta es campamento, aparte, qué
voy a andarme eligiendo, si el nylon que las envuelve es negro, nada sé para
prejuzgar, para sacar alguna conclusión apresurada, recomiéndeme usted
mejor". Todo eso pensé con el dedo índice extendido.
"Esa está
bien", me salió decirle cuando vi ya su mano encaminada hacia una de las
revistas. Entonces todo parecia estar saliendo bien. De reojo veo a mis amigos
saltando de alegría, ya pensando en el futuro, un countdown implícito para el
"know how", para llenar de contenido el imaginario de esas pajas,
hasta ese momento, mecánicas y
funcionales.
El kiosquero me
extiende su mano. Agarro el video con la derecha y sacudo la izquierda con la
palma abierta, liberando la plata con las monedas. En un calculo mental me doy
cuenta de que hay plata de mas, pero decido no esperar el vuelto. Era una
operación relámpago y el tiempo que le llevara contar todo eso, ponía en riesgo
el éxito de la misma. Le digo gracias y camino lo mas rápido posible hacia el
punto de encuentro, la esquina opuesta de la plaza Rivadavia, a la altura de
los toboganes.
Todos me palmean
la espalda.
La avant premier
seria tres días después, en un
"pijama party" que Emanuel estaba organizando en su casa. Estos eventos
eran comunes en los noventas menemistas. Era la única actividad nocturna para
chicos de doce años que estaba bien vista familiarmente y el hecho de no contar
con una presencia adulta supervisora nos permitía disponer de cierta autonomía.
Aparte, cada uno
de nosotros debía llevar una bolsa de dormir. Dentro de esta, podríamos
incrementar esta autonomía, y claro esta, hacer de muestro culo un pito.
El estreno fue
épico. La película detrás del film negro era ni mas ni menos que "Garganta
profunda". Trata de una mujer, Linda Lovelace, con un big grand problem:
no logra alcanzar el orgasmo. Para solucionarlo, acude a un doctor, que después
de ensayar varias e innecesarias poses
sexuales, detecta que el clítoris de Linda, se ubica en la zona de su garganta. Entonces, en lugar de recetarle
corticoides o algún tratamiento de electroshok alternativo, opta por el método
de sanación natural: Linda va a tener que chupar pija hasta que le baje. Ahí
nos dimos cuenta de que el clítoris de Linda, no solo estaba en su garganta
sino que también estaba montado sobre una especie de ascensor.
No logramos contener nuestras carcajadas. Soltamos nuestros pitos para
aplaudir. Lloramos de la gracia. Imitamos un poco los jadeos, para pasar el
rato. Finalmente, y contra todo pronóstico, el doctor da en la tecla: la chica
se cura y triunfa la ciencia. En este punto vemos la fachada de una iglesia y
fuegos de artificio en el aire. Claro, porque en el imaginario de la gente el
orgasmo femenino es eso: fuegos de artificio en la fachada de una iglesia.