viernes, mayo 22, 2009

BIOLOGIA SOCIAL I


Totón se llamaba la tortuga, que ni bien regalada un petardo de avispada fue, tortuga versátil, simpática y graciosa, de acá para allá a un tranco impensado que incluso equiparaba las ofertas recreativas que cualquier perro o gato podía ofrecer.
Menuda felicidad la de la niña púes.
Lanzaba la lechuga y gritaba chillona señalando: “Totón, ve por ella”. Y Totón como una luz ponía en marcha el mecanismo, la estructura ósea compleja.
Eso en los buenos tiempos, claro.
Ahora la niña crecida ya se encontraba habilitada para participar de la próxima elección democrática legislativa.
Desde hacia unos meses que la tortuga solo caminaba, digamos, se movía, minimamente en el imaginario de la chica. La experiencia de la tortuga, pensaba, radica en lograr el paso físico imperceptible, diferenciales de movimiento impalpables a la vista más aguda.
Cuando dejo de creer, de avalarse por su propia teoría, del caparazón salía, un fuelle zigzagueante, una alfombra borracha, que hizo de puente, entre los ojos y el cuerpo. Otras extremidades al ras, como aplastada por la caída de un ladrillo. Un olor agridulce, un perfume lejano. ¿Cómo saber cuando muere una tortuga? ¿Será por esta misma razón que un perro mueve la constantemente la cola?
Claro, tiene miedo de ir a la basura, envuelto entre unas cinco capas de bolsas de nylon, de la funeraria COTO.