jueves, noviembre 22, 2007

Un metro mas allá de un arbitrariamente definido eje z (señora de pelo blanco + bolsa de nylon multicolor) se asoma una mano con un texto a fotocopia.
Del mismo eje / origen pero ahora bajando a la altura de los talones, la cabeza del lector rastilla el piso.
Si hay algo que falta en el bondi son colillas, eso piensa, porque todas sus partes se encuentran conectadas (La cabeza aspiradora y el cuerpo receptáculo de experiencia).
Una serpiente se filtra, concretando un camino de luz, pavimentado entre los recovecos de los brazos y los calados de mancuerdas, entre las baratijas que los adormidos manotean en la mañana, entre los vaivenes de mochilas y cables.


Pronto todo fluirá, en ese mismo sentido de la calle corrientes. El lector logrará recrear el texto. Los ruidos de las monedas van a ser el cascabel que delaten el crimen. El apretujar de los cuerpos, la humedad que caracteriza el trópico. La señora del eje z, un papel secundario de baja participación y ese que baja de bigotes, el tenebroso cuerpo sin cabeza que avanza por la vida reclamando justicia.

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